Pensamiento lateral
La democracia electoral mexicana y sus nuevos
actores.
Por:
Miguel Á. Martínez Castillo (*)
En un México de ecuaciones macroeconómicas
casi perfectas que dan como
resultado 40 millones de
mexicanos pobres, sueño con un partido que
asuma esa cusa, esa, la de
los agraviados económicamente, la de aquellos
que ni siquiera pueden
pensar en votar porque antes tienen que pensar en comer.
Carlos Castillo
Peraza (1947-2000). Político mexicano.
La semana pasada tuve el honor de estar presente en un taller
patrocinado por la Asociación Kybernus,
donde se analizaron los distintos mecanismos de participación ciudadana así
como una reflexión a fondo del concepto de democracia: desde de su concepción
etimológica hasta su discusión en su implementación.
Esto despertó un interés en particular para dilucidar sobre la situación
de la democracia en México y sus entidades.
Luis Carlos Ugalde, ex presidente del extinto IFE, escribió un ensayo (Por una democracia liberal, Nexos, enero
de 2010) hablando del tipo de
democracia que tenemos actualmente. No
dudo que a cuatro años de distancia de haber redactado el documento, sigamos
inmersos en el mismo espectro político, pero tampoco se puede omitir el hecho
que, tras el cambio de un partido en el poder y en consecuencia, con el
debilitamiento de la figura del presidencialismo mexicano, se reconfiguraron
varios elementos del sistema político.
Con la llegada de Fox a la presidencia (2000), varios paradigmas se
rompieron pero ello no necesariamente significó una recomposición
positiva. Si bien el presidencialismo
perdió fuerza, surgieron otros actores, o más bien, éstos que ya existían ganaron
fuerza y sustituyeron algunas de las funciones, por así decirlo, que
directamente ejercía el Presidente de la República. Estos actores, pasaron de ser subordinados a
jefes máximos con poderes plenipotenciarios: los gobernadores.
Se pensó que la salida del PRI del poder significaría un cambio radical
en el sistema político mexicano. Sin
embargo, el PAN llevó en el pecado la penitencia: toleró y administró un
gobierno basado en una estructura diseñada por el PRI y la alianza con Elba
Esther Gordillo fue el más claro ejemplo de coexistir y sostener un andamiaje
viciado, en lugar de promover un nuevo sistema de reglas basado en la
competitividad y la rendición de cuentas y no en el clientelismo político.
A partir de ese reacomodo político que generó la elección de 2000, estos
y otros actores tomaron mayor protagonismo, en particular dos como afirma
Ugalde en su ensayo, y que tuvieron peso en la toma de decisiones: las entidades, a través de sus
gobernadores, puesto que ya no tenían que rendirle cuentas al Presidente y
ahora eran ellos quienes decidirían a sus sucesores así como a sus candidatos
al Congreso, tanto local como federal. El
gobierno federal contribuyó a fortalecer lo que Castañeda y Aguilar Camín
llamaron un feuderalismo en los
estados, entendiéndose éste como el fortalecimiento de los ejecutivos locales
en los ámbitos político y económico, con muchas atribuciones pero con pocos o
nulos esquemas de contención, como los mecanismos de rendición de cuentas. En síntesis, la procreación de pequeños
virreyes y señores feudales, manejadores de las leyes a su parecer y libre
albedrío, sin controles para limitar su actuar.
El gobierno federal además, procuró darles recursos y descentralizar
varias decisiones en aras de un federalismo más equitativo. Tan solo entre 2002 y 2010, el gobierno
federal aumentó en un 160% en términos reales el gasto en los estados. Sin
embargo, omitió establecer candados que permitieron a los gobiernos locales
expandir su poder ante una anarquía federal.
Con dinero y sin mecanismos de control y regulación, la división de
poderes en los estados simplemente era letra muerta. Peor aún es que hoy día están sobre
endeudando sus finanzas corriendo el riesgo de hipotecar el desarrollo de sus
entidades.
El segundo actor fueron los partidos
políticos que, luego de la pérdida de la mayoría por parte del PRI en el
congreso federal a partir de 1997, el debilitamiento del presidencialismo y
subsecuentemente las reformas en materia electoral que fortalecieron sus presupuestos,
adquirirían la suficiente independencia para no depender del presidencialismo y
fortalecer sus estructuras y relaciones de poder, dando paso así a una partidocracia.
En lugar de fortalecer y establecer una cultura democrática, los
partidos políticos ampliaron sus redes de influencia dando lugar a un sistema
clientelar que abarcaría gobiernos, legisladores, líderes sindicales y
agrupaciones políticas afines. El número
de demandantes se multiplicó y en consecuencia, los partidos asumían un rol más
protagónico en la toma de decisiones. El
ejemplo más claro que se puede ver hoy en día es el Pacto por México, en donde
las tres fuerzas políticas con mayor presencia en el país –PRI, PAN y PRD-
decidieron el rumbo del país. Su egoísmo
político los hizo ciegos de incluir a otros actores en la participación de los
cambios estructurales a los cuales estaba siendo intervenido México: partidos
políticos minoritarios, diversos sectores sociales como la comunidad religiosa,
indígena, académica, medios de comunicación, empresarios, así como de las
propias organizaciones de la sociedad con fines distintos.
Hoy el país experimentará un nuevo sistema de reglas electorales donde
la sociedad organizada no tuvo participación.
Todo esto ha dado pie a que en nuestro país la democracia sea una de
corte electoral pero no liberal. Se cree
falsamente que con la asistencia masiva a las urnas hay más democracia cuando
no lo es cierto del todo. Para que haya
una democracia plena, es necesario no solo la participación ciudadana en las
urnas, también lo es estableciendo mecanismos legales que garanticen
incentivos, pero también sanciones a quienes quebranten el marco normativo. Si bien el voto de todos cuenta lo mismo, no
lo es en el momento de la impartición de justicia, por ejemplo.
Regreso nuevamente al taller impartido por la Asociación Kybernus la semana pasada. En dicho evento, también se reflexionó sobre
qué es lo que hace falta para tener una verdadera democracia. Fueron varias las ideas pero en lo personal
resaltaría una: la educación, y no vista ésta como el mero hecho de recibir una
formación en las aulas sino una más integradora, una que no solo se limite al
conocimiento sino a la formación de valores y de una cultura por la democracia,
una que entienda que lo que es de dominio público, es para el uso y
aprovechamiento de todos.
La educación en México aún tiene grandes fallas. Los legisladores reformaron sus leyes y
posteriormente surgieron las estadísticas y un estudio sobre el estado de las cosas. Recientemente, el Instituto Mexicano para la
Competitividad (IMCO) descubrió que en nuestro país hay 70 maestros que ganan
más que el Ejecutivo Federal, es decir, más de 120 mil pesos al mes. En promedio, según el IMCO, un maestro
percibe 25 mil pesos mensuales, un salario por decirlo así, decoroso, mientras
que el de los 70 privilegiados asciende a aproximadamente 190 mil pesos. Sin embargo, no solo las brechas salariales
entre los docentes son el único problema, eso es solo la punta del
iceberg. En Hidalgo, por ejemplo, se
detectó que 1,440 maestros tienen la misma fecha de nacimiento, el 12 de
diciembre de 1912. Estos lupillos, como coloquialmente se les ha
denominado, le costaron al erario cerca de 32 millones en el último trimestres
de 2013, es decir, aproximadamente 128 millones todo el año pasado. No dudo que detrás de todo ello hubo un
manejo discrecional de recursos.
Este es solo uno de tantos problemas que presenta nuestra educación en
México, y que en el estado de Quintana Roo tampoco estamos ajenos a esa realidad. Por ejemplo, el 90% del presupuesto para este
rubro lo absorbe la nómina, es decir, aproximadamente 3,500 millones de pesos
al año son destinados al pago de sus salarios y, si se indaga un poco más, se
encontrará que hay maestros que han recibido –por concepto de nómina- más de un
millón de pesos al año (unos 88 mil pesos al mes) y no solo eso, que están
comisionados y además cobran como servidores públicos.
Mientras sigamos pensando que con acudir a las urnas habrá más
democracia, en detrimento de una educación falta de valores que inculquen una democracia
basada en instituciones que hagan cumplir la ley, la cultura del clientelismo
político, las figuras como la partidocracia
y el feuderalismo seguirán
manteniendo su hegemonía.
El tintero.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ya tiene el
tiempo en contra. En breve deberá
adecuar su marco legal acorde a las modificaciones que el Congreso recién
aprobó, así como nombrar a los 119 consejeros electorales locales donde el
siguiente año habrá elecciones. Finalmente,
deberá decidir si le delega a los órganos locales la capacitación de los
funcionarios de casilla y, más importante aún, la fiscalización del recurso a
los partidos políticos locales.
En el Congreso de la Unión trabajan aunque haya
mundial encima. Los legisladores
acordaron trabajar los dictámenes de leyes secundarias de la reforma energética
durante el mes de junio, fechas en las que curiosamente inicia el mundial. Su compromiso lo muestran porque incluso en
los días en los que juegue la selección mexicana, los integrantes del Congreso
estarán debatiendo y analizando el marco legal secundario. Solo el PRD se manifestó en contra, aduciendo
que es un distractor inmejorable para que la opinión pública preste poco
interés a un tema de tan gran calado.
¿Acaso duda usted en el compromiso de los legisladores por su país? Yo también me reí.
(*) Internacionalista, Maestro en
Ciencias en Estudios en Relaciones Internacionales, investigador independiente
y analista político. http://columnapensamiento.blogspot.mx/
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