El origen de Pensamiento Lateral corresponde al que en su momento acuñó el escritor y psicólogo maltés, Edward de Bono, en su libro New think: the use of lateral thinking (Nuevo pensamiento: el uso del pensamiento lateral) publicado en 1967.

Este concepto, utilizado incluso en la psicología, se enfoca en la búsqueda de soluciones a problemas utilizando estrategias o caminos alternos a los que normalmente la lógica simple nos llevaría. Se vale de la creatividad al momento de evaluar y dar solución a los diversos obstáculos que se presentan. Esto permite encontrar otras formas de percibir las cosas, de analizarlas desde otro contexto, con un matiz innovador y propositivo a la vez.

La vinculación con el contenido de la columna permite una asociación interesante ya que lo que pretendo es presentar un análisis basándome en una temática alterna a lo que, mediante un pensamiento simple y lógico, nos llevaría por vías ya conocidas. Pensamiento Lateral busca, desde una perspectiva innovadora, generar debate, reflexión y proponer nuevos esquemas de solución a las problemáticas políticas, sociales y económicas de nuestro entorno.

Finalmente, en el contenido de la propia columna haré una adición a lo que normalmente comparto con ustedes: El tintero, que es un breve espacio en donde escribiré noticias o datos relevantes para el consumo personal.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La democracia electoral mexicana y sus nuevos actores.

Pensamiento lateral
La democracia electoral mexicana y sus nuevos actores.
Por: Miguel Á. Martínez Castillo (*)


En un México de ecuaciones macroeconómicas casi perfectas que dan como
resultado 40 millones de mexicanos pobres, sueño con un partido que
asuma esa cusa, esa, la de los agraviados económicamente, la de aquellos
que ni siquiera pueden pensar en votar porque antes tienen que pensar en comer.
Carlos Castillo Peraza (1947-2000). Político mexicano.

La semana pasada tuve el honor de estar presente en un taller patrocinado por la Asociación Kybernus, donde se analizaron los distintos mecanismos de participación ciudadana así como una reflexión a fondo del concepto de democracia: desde de su concepción etimológica hasta su discusión en su implementación.

Esto despertó un interés en particular para dilucidar sobre la situación de la democracia en México y sus entidades.  Luis Carlos Ugalde, ex presidente del extinto IFE, escribió un ensayo (Por una democracia liberal, Nexos, enero de 2010) hablando del tipo de democracia que tenemos actualmente.  No dudo que a cuatro años de distancia de haber redactado el documento, sigamos inmersos en el mismo espectro político, pero tampoco se puede omitir el hecho que, tras el cambio de un partido en el poder y en consecuencia, con el debilitamiento de la figura del presidencialismo mexicano, se reconfiguraron varios elementos del sistema político.

Con la llegada de Fox a la presidencia (2000), varios paradigmas se rompieron pero ello no necesariamente significó una recomposición positiva.  Si bien el presidencialismo perdió fuerza, surgieron otros actores, o más bien, éstos que ya existían ganaron fuerza y sustituyeron algunas de las funciones, por así decirlo, que directamente ejercía el Presidente de la República.  Estos actores, pasaron de ser subordinados a jefes máximos con poderes plenipotenciarios: los gobernadores.

Se pensó que la salida del PRI del poder significaría un cambio radical en el sistema político mexicano.  Sin embargo, el PAN llevó en el pecado la penitencia: toleró y administró un gobierno basado en una estructura diseñada por el PRI y la alianza con Elba Esther Gordillo fue el más claro ejemplo de coexistir y sostener un andamiaje viciado, en lugar de promover un nuevo sistema de reglas basado en la competitividad y la rendición de cuentas y no en el clientelismo político.

A partir de ese reacomodo político que generó la elección de 2000, estos y otros actores tomaron mayor protagonismo, en particular dos como afirma Ugalde en su ensayo, y que tuvieron peso en la toma de decisiones: las entidades, a través de sus gobernadores, puesto que ya no tenían que rendirle cuentas al Presidente y ahora eran ellos quienes decidirían a sus sucesores así como a sus candidatos al Congreso, tanto local como federal.  El gobierno federal contribuyó a fortalecer lo que Castañeda y Aguilar Camín llamaron un feuderalismo en los estados, entendiéndose éste como el fortalecimiento de los ejecutivos locales en los ámbitos político y económico, con muchas atribuciones pero con pocos o nulos esquemas de contención, como los mecanismos de rendición de cuentas.  En síntesis, la procreación de pequeños virreyes y señores feudales, manejadores de las leyes a su parecer y libre albedrío, sin controles para limitar su actuar.  El gobierno federal además, procuró darles recursos y descentralizar varias decisiones en aras de un federalismo más equitativo.  Tan solo entre 2002 y 2010, el gobierno federal aumentó en un 160% en términos reales el gasto en los estados. Sin embargo, omitió establecer candados que permitieron a los gobiernos locales expandir su poder ante una anarquía federal.  Con dinero y sin mecanismos de control y regulación, la división de poderes en los estados simplemente era letra muerta.  Peor aún es que hoy día están sobre endeudando sus finanzas corriendo el riesgo de hipotecar el desarrollo de sus entidades.

El segundo actor fueron los partidos políticos que, luego de la pérdida de la mayoría por parte del PRI en el congreso federal a partir de 1997, el debilitamiento del presidencialismo y subsecuentemente las reformas en materia electoral que fortalecieron sus presupuestos, adquirirían la suficiente independencia para no depender del presidencialismo y fortalecer sus estructuras y relaciones de poder, dando paso así a una partidocracia.

En lugar de fortalecer y establecer una cultura democrática, los partidos políticos ampliaron sus redes de influencia dando lugar a un sistema clientelar que abarcaría gobiernos, legisladores, líderes sindicales y agrupaciones políticas afines.  El número de demandantes se multiplicó y en consecuencia, los partidos asumían un rol más protagónico en la toma de decisiones.  El ejemplo más claro que se puede ver hoy en día es el Pacto por México, en donde las tres fuerzas políticas con mayor presencia en el país –PRI, PAN y PRD- decidieron el rumbo del país.  Su egoísmo político los hizo ciegos de incluir a otros actores en la participación de los cambios estructurales a los cuales estaba siendo intervenido México: partidos políticos minoritarios, diversos sectores sociales como la comunidad religiosa, indígena, académica, medios de comunicación, empresarios, así como de las propias organizaciones de la sociedad con fines distintos.

Hoy el país experimentará un nuevo sistema de reglas electorales donde la sociedad organizada no tuvo participación.  Todo esto ha dado pie a que en nuestro país la democracia sea una de corte electoral pero no liberal.  Se cree falsamente que con la asistencia masiva a las urnas hay más democracia cuando no lo es cierto del todo.  Para que haya una democracia plena, es necesario no solo la participación ciudadana en las urnas, también lo es estableciendo mecanismos legales que garanticen incentivos, pero también sanciones a quienes quebranten el marco normativo.  Si bien el voto de todos cuenta lo mismo, no lo es en el momento de la impartición de justicia, por ejemplo.

Regreso nuevamente al taller impartido por la Asociación Kybernus la semana pasada.  En dicho evento, también se reflexionó sobre qué es lo que hace falta para tener una verdadera democracia.  Fueron varias las ideas pero en lo personal resaltaría una: la educación, y no vista ésta como el mero hecho de recibir una formación en las aulas sino una más integradora, una que no solo se limite al conocimiento sino a la formación de valores y de una cultura por la democracia, una que entienda que lo que es de dominio público, es para el uso y aprovechamiento de todos.

La educación en México aún tiene grandes fallas.  Los legisladores reformaron sus leyes y posteriormente surgieron las estadísticas y un estudio sobre el estado de las cosas.  Recientemente, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) descubrió que en nuestro país hay 70 maestros que ganan más que el Ejecutivo Federal, es decir, más de 120 mil pesos al mes.  En promedio, según el IMCO, un maestro percibe 25 mil pesos mensuales, un salario por decirlo así, decoroso, mientras que el de los 70 privilegiados asciende a aproximadamente 190 mil pesos.  Sin embargo, no solo las brechas salariales entre los docentes son el único problema, eso es solo la punta del iceberg.  En Hidalgo, por ejemplo, se detectó que 1,440 maestros tienen la misma fecha de nacimiento, el 12 de diciembre de 1912.  Estos lupillos, como coloquialmente se les ha denominado, le costaron al erario cerca de 32 millones en el último trimestres de 2013, es decir, aproximadamente 128 millones todo el año pasado.  No dudo que detrás de todo ello hubo un manejo discrecional de recursos.

Este es solo uno de tantos problemas que presenta nuestra educación en México, y que en el estado de Quintana Roo tampoco estamos ajenos a esa realidad.  Por ejemplo, el 90% del presupuesto para este rubro lo absorbe la nómina, es decir, aproximadamente 3,500 millones de pesos al año son destinados al pago de sus salarios y, si se indaga un poco más, se encontrará que hay maestros que han recibido –por concepto de nómina- más de un millón de pesos al año (unos 88 mil pesos al mes) y no solo eso, que están comisionados y además cobran como servidores públicos.

Mientras sigamos pensando que con acudir a las urnas habrá más democracia, en detrimento de una educación falta de valores que inculquen una democracia basada en instituciones que hagan cumplir la ley, la cultura del clientelismo político, las figuras como la partidocracia y el feuderalismo seguirán manteniendo su hegemonía.
     

El tintero.

El Instituto Nacional Electoral (INE) ya tiene el tiempo en contra.  En breve deberá adecuar su marco legal acorde a las modificaciones que el Congreso recién aprobó, así como nombrar a los 119 consejeros electorales locales donde el siguiente año habrá elecciones.  Finalmente, deberá decidir si le delega a los órganos locales la capacitación de los funcionarios de casilla y, más importante aún, la fiscalización del recurso a los partidos políticos locales.

En el Congreso de la Unión trabajan aunque haya mundial encima.  Los legisladores acordaron trabajar los dictámenes de leyes secundarias de la reforma energética durante el mes de junio, fechas en las que curiosamente inicia el mundial.  Su compromiso lo muestran porque incluso en los días en los que juegue la selección mexicana, los integrantes del Congreso estarán debatiendo y analizando el marco legal secundario.  Solo el PRD se manifestó en contra, aduciendo que es un distractor inmejorable para que la opinión pública preste poco interés a un tema de tan gran calado.  ¿Acaso duda usted en el compromiso de los legisladores por su país?  Yo también me reí.




(*) Internacionalista, Maestro en Ciencias en Estudios en Relaciones Internacionales, investigador independiente y analista político. http://columnapensamiento.blogspot.mx/

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