Pensamiento lateral
¿Qué calidad de mexicanos somos?
Por:
Miguel Á. Martínez Castillo (*)
Para que el que cree no es necesaria ninguna
explicación:
Para el que no cree toda explicación sobra.
Franz
Werfel (1890-1945) Novelista austriaco.
En México están ocurriendo
eventos de una magnitud trascendental y pareciera que todo marcha con
normalidad. A la vuelta de unos cuantos
días uno encuentra en la prensa nacional que un candidato independiente
–Hilario Ramírez Villanueva- ganó las elecciones en el municipio de San Blas,
en Nayarit. El nombre no le será
familiar pero sí su declaración: afirmó que en una pasada administración había
robado, pero poquito. Hoy es alcalde electo.
Si se retrocede más en el tiempo,
uno de los símbolos sociales que decidió levantarse en armas y enfrentar al
crimen organizado en Michoacán dando además resultados y evidenciando la
incapacidad del gobierno, José Manuel Mireles, está hoy tras las rejas. En tanto, el enviado especial, Alfredo
Castillo, ha declarado que ya no hay autodefensas y que la entidad se encuentra
libre de ellas. ¿A quién persigue
realmente el gobierno?
En este mismo contexto histórico,
el extinto IFE, hoy INE, en coordinación con el Colegio de México, dieron a conocer
el documento denominado Informe país
sobre la calidad de la ciudadanía en México, el cual hace un análisis sobre
diversos aspectos de la sociedad mexicana hoy día: en 7 capítulos, presenta un
estudio sobre el Estado de derecho, la participación social, la democracia, la
confianza, el acceso a la justicia, el asociacionismo, la solidaridad y el
altruismo, entre otros temas.
Contenido del Informe país sobre
la calidad de la ciudadanía en México
Capítulo
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Título del capítulo
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Capítulo primero
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Ciudadanía, Estado de derecho y acceso a la
justicia.
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Capítulo segundo
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Vida
política y calidad de la ciudadanía.
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Capítulo tercero
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Sociedad civil y ciudadanía (participación no
electoral).
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Capítulo cuarto
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Vida
comunitaria y ciudadanía.
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Capítulo quinto
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Valores y calidad de la ciudadanía.
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Capítulo sexto
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Ciudadanía
y redes personales y organizacionales.
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Capítulo séptimo
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A modo de conclusión ¿quién es el ciudadano
promedio en México?
|
Fuente:
Elaboración propia con datos del Informe país sobre la calidad de
la
ciudadanía en México.
Uno de los puntos destacados del
informe es que segmenta por regiones al país (Centro, Centro-Occidente, Norte,
Sur y Sureste), es decir, que analiza no solo el universo completo en sí, sino
que lo divide en secciones (regiones) para conocer y comparar lo que opinan las
personas respecto a algún tema. La
información es tan amplia que resulta imposible plasmar todos sus resultados,
pero en lo personal, fueron 3 temas que llamaron mi atención y que permiten
hacer una reflexión sobre la calidad de mexicanos que somos: la cultura por la legalidad, la
participación y la confianza.
En cuanto a la cultura por la legalidad, guarda referencia
a qué tanto somos capaces de respetar la ley pero también hasta donde la
estiramos, es decir, qué tantas veces recurrimos a la vieja tradición de lo que
se denomina la negociación de la
indisciplina, que no es otra cosa que pactar para evitar ser sancionado.
Casi 7 de cada 10 entrevistados considera que en el país la ley se respeta poco
o nada. Sin embargo, al revisar los
datos por región sorprende ver cómo en el Norte 5 de cada 10 opinaron que la
ley se cumple en mucho o algo, mientras que en el Sureste es 4 de cada 10. El Centro del país es el más escéptico al
arrojar 2 de cada 10.
Pero es aún más sorprendente
encontrar en el informe que un 54% de los entrevistados haya puesto en segundo
plano los derechos humanos frente al combate al delito. Ello habla de que se ha llegado a un grado en
el que más de la mitad de la población accedería incluso a violar derechos
fundamentales con tal de acabar con el problema de la inseguridad. Esto congenia con quienes prefieren hacer
justicia por su propia cuenta, evadiendo los mecanismos legales. No es de sorprender entonces que en regiones
como el Centro-Occidente los porcentajes aumenten, puesto que hoy viven el gran
problema de la inseguridad y ello explica, en parte, el surgimiento de
autodefensas en Michoacán, por ejemplo.
Lo anterior conlleva a otro
problema. Al no haber creencia en que la
ley se cumpla, por ende, el ciudadano no denuncia. 6 de cada 10 mexicanos opta por no denunciar
el delito bajo el argumento de que de nada sirve si la autoridad no hace su
trabajo.
En cuanto a la participación, ésta se entiende como la
asistencia de votantes para elegir a sus autoridades así como de otros medios
existentes que no necesariamente tienen que ver con acudir a las urnas. El estudio determina que la participación de
la sociedad en elegir a sus autoridades se ha visto mermada por varios
factores: la falta de resultados, la poca o nula credibilidad en los partidos
políticos, la falta de aplicación de la ley, entre otros. En las últimas elecciones federales, contando
a partir de 2006, la participación ha sido inferior al 60%. Sin embargo, este
hecho no nos aleja de tener similares niveles de participación con respecto a
otras democracias como Estados Unidos, España, Canadá y el Reino Unido. Sin embargo, sería importante considerar el
número de habitantes enlistados para votar para determinar un promedio más acertado.
En cuanto a la participación electoral
por entidad, los resultados permiten conocer que, desde 1994, la asistencia
promedio ha llegado a niveles del 50%.
Prácticamente, la mitad de la población registrada para votar participa
y la otra no lo hace. Sin embargo, el
resultado no debe delimitarse ahí, pues existe una diferencia muy marcada de
participación cuando la elección es intermedia; por ejemplo, Chiapas pasó de
tener un 52% de asistencia en 2000 a un 31.8% en 2003; o Guerrero, que en 2009
el 32.5% asistió a votar y en 2012 incrementó al 60% su participación.
Un dato interesante es que ese
universo de personas que no asiste a las urnas, ejerce otro tipo de
participación política, que es mediante el diálogo con otras personas sobre
temas de dicha índole. El 40% de
aquellos que ejercen algún tipo de participación no electoral tienen a la
conversación de temas políticos como el principal elemento, seguido de
asistencia a las sesiones de algún cabildo con un 12% y con 11% la
participación en algún partido político.
Otro elemento que es de llamar la
atención es el bloqueo de carreteras y la toma de instalaciones. El informe señala que únicamente 1 de cada 4
mexicanos acepta estas medidas, mientras que hay una evidente mayoría que las
desaprueba. Sin embargo, en regiones como el Centro del país, el rechazo es más
fuerte (68%) mientras que en el Sureste, por ejemplo, es menor (44%). Ello se debe a que la Ciudad de México
anualmente se ve afectada por las marchas y bloqueos, cuestión que sumada al
tráfico excesivo de vehículos vuelve insostenible la tolerancia a estos actos.
Pero lo anterior también nos
lleva a reflexionar sobre las contradicciones que tiene la sociedad mexicana:
mientras nos quejamos de que las autoridades y el gobierno no se preocupan por
el bienestar de sus gobernados, al mismo tiempo no aceptamos medidas de presión
o de desobediencia civil que hagan recapacitar al gobierno ni tampoco somos
dados a participar en las urnas para castigar al gobernante o partido que
detenta el poder.
Tal vez se piense que a menor
ingreso económico la aceptación o apoyo hacia este tipo de manifestaciones goce
de mayor respaldo. Es erróneo. De hecho el nivel socioeconómico más bajo
mostró un 61% de rechazo. Puede
especularse entonces, que mientras a mayor nivel de preparación, el grado de concientización
y participación en actos de desobediencia civil tienda a aumentar.
Finalmente, en cuanto a la confianza, ésta se refiere al grado de
credibilidad que se tiene sobre las personas y las instituciones. Es importante señalar que apenas un 58% de
los entrevistados señaló a la democracia como la preferible forma de
gobierno. El resto opinó que daba igual
o que incluso a veces era preferible un sistema autoritario. No es de sorprenderme el resultado puesto que
el pasado político de México basó sus instituciones en un régimen autoritario y
hoy en día la frágil democracia que se tiene no ha dado los resultados
esperados. Por ello no es extraño que la
mayoría de los mexicanos relacionen a la democracia como el sistema donde muchos participan pero pocos se benefician. Casi la mitad (48%) de los que optaron por la
democracia piensan así.
Lo anterior permite entonces
entender por qué la sociedad mexicana no confía en sus instituciones ni tampoco
entre ella misma (confianza interpersonal).
7 de cada 10 mexicanos afirmaron que no se puede confiar en la mayoría
de la gente, lo que nos ubicó en el lugar 19 de 26 países en el continente
americano sobre el nivel de confianza interpersonal.
En este mismo orden de ideas, de
17 instituciones analizadas para determinar el grado de confianza solo 3 de
ellas lograron superar el 50% de aprobación: el Ejército (62%), los maestros
(56%) y la Iglesia (55%). Sin embargo,
el Ejército ha ido perdiendo confianza, puesto que en 2010, tras un estudio
hecho por el Barómetro de las Américas, éste arrojó un nivel de confianza del
72%. En 3 años descendió 10 puntos. Otro caso fueron los medios de comunicación,
que pasaron de 61% a apenas 32%, una caída de 29 puntos porcentuales.
Nivel de confianza en instituciones y
organizaciones políticas y sociales a nivel nacional.
Fuente: Informe país sobre la
calidad de la ciudadanía en México.
De nueva cuenta se manifiesta que
los partidos políticos (19%) y los diputados (18%) son los que de menos
confianza gozan. Llama la atención que
mientras los maestros gozan de una elevada confianza, los sindicatos –que se
ubican como antepenúltimos- se encuentren en el lado opuesto, ya que el mayor
sindicato en número es precisamente el de los maestros.
Lo anterior expuesto permite
conocer con un grado de mayor exactitud el sentir social pero también sus
amplias contradicciones. Criticamos a
los gobernantes de abusar en el ejercicio de sus cargos pero no participamos en
las urnas, y si lo hacemos, elegimos a aquel que declaró que efectivamente ha
robado. Con toda razón, nos quejamos de
la inseguridad en el país pero somos tolerantes a pisotear los derechos humanos
con tal de erradicar el problema o mientras el gobierno encarcela a quien hace
algo por disminuir las estadísticas, los demás quedamos como meros espectadores. Exigimos democracia pero la mitad del país le
da igual o incluso ve necesario el regreso a un sistema autoritario. El documento deja no solo una gran cantidad
de información valiosa, sino también una invitación a la autorreflexión de lo
que realmente queremos como sociedad.
El tintero.
Me resulta aún increíble que Hilario
Ramírez Villanueva haya ganado una elección tras su declaración de haber robado
en anteriores administraciones. También
lo es el hecho de que el PRI siga manteniendo su hegemonía en Coahuila a pesar
del sobre endeudamiento que han provocado sus gobiernos. Esta es la democracia hoy día.
No pasó por alto tampoco la eliminación de Brasil en el mundial ni
tampoco la ola de reclamos y manifestaciones que le esperan a Dilma Rousseff.
Sin duda que sus planes de reelección presidencial pueden ser complicados. Quien crea que ahí quedó la pesadilla del
seleccionado brasileño, está equivocado: ¿Serán capaces los brasileños de
apoyar a su archienemigo Argentina en una final contra Alemania? ¿Soportarán la
idea de aguantar a sus vecinos regionales de que el mundial lo ganaron en Brasil?
Ante un decaído ánimo, su único consuelo de la verde-amarela es enfrentar por el tercer lugar a los argentinos y
ganarles, pero ¿y si pierden?
(*) Internacionalista, Maestro en
Ciencias en Estudios en Relaciones Internacionales, investigador independiente
y analista político. http://columnapensamiento.blogspot.mx/
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